Se considera a San Esteban como el primer mártir cristiano de la historia, un diácono que se dedicaba a distribuir comida y caridad entre los miembros más pobres de Jerusalén. Un día algunos judíos congregados en una sinagoga debatieron con él, pero no fueron capaces de rebatir sus argumentos, por lo que enfadados sobornaron a algunos testigos para que dijeran que había blasfemado contra Moisés y Dios. En su juicio, Esteban dio un largo discurso criticando a las autoridades judías que le juzgaban, por lo que fue condenado a la lapidación. Su martirio fue contemplado por Saulo de Tarso, un joven que se convertiría tiempo después en uno de los apóstoles de Jesús, San Pablo. En Galicia, tan solo 100 años después, una joven se convirtió en el capricho de un gobernador romano que, ante la negativa de la muchacha a ceder a sus deseos, la sometió a torturas durante días hasta que finalmente la decapitó. Lo increíble de esta historia es que existen restos arqueológicos y edificaciones que parecen probar esta extraordinaria y mágica leyenda: el martirio de Santa Mariña de Augas Santas.
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