A lo largo del siglo XVIII, y parte del XIX, ser corsario en España se convirtió en un gran negocio. La crisis del comercio con las Colonias de Ultramar y las guerras con Inglaterra obligaron a buscar alternativas para generar ingresos. Así fue como comerciantes y empresarios de toda Galicia se embarcaron en la aventura de capturar buques mercantes enemigos amparados por la Patente de Corso, que concedía Su Majestad. Para comprender la magnitud del episodio de los corsarios gallegos, es necesaria tan solo una cifra: 424. Esos fueron los buques enemigos que llegaron a apresar los corsarios gallegos en un solo año, 1799. “El Audaz”, “El Veloz” o “El Atrevido” fueron algunos de los fabulosos sobrenombres de legendarios buques corsarios que surcaron las Rías Gallegas, y que convirtieron a Vigo y a Coruña en algunas de las bases corsarias más temidas de toda Europa. Así fue como la Galicia corsaria sembró el miedo y el terror en el océano Atlántico. Y todo comenzó por culpa de una oreja.
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