2X26 A Coruña, la ciudad que consiguió que Carlos I se convirtiese en emperador


Se cuenta que Francisco de Ugalde, un fraile al servicio de Carlos I, le dijo en una ocasión que era el gobernante de “un imperio en el que nunca se pone el sol”. Y no le faltaba razón. Carlos era rey no solo de España, sino también del Reino de Nápoles, Cerdeña y Sicilia. También poseía enclaves en el norte de África y las tierras donde se había criado, los actuales países de Bélgica y Holanda. Su poder cruzaba el Atlántico hasta el recién descubierto Nuevo Mundo, las Islas del Caribe, Cuba, La Española y Puerto Rico. Y sus posesiones no dejaban de crecer en un imperio de una magnitud jamás vista en la historia de la Humanidad. Pero antes de poder tomar posesión de su imperio, Carlos necesitaba convencer a quienes debían elegirlo como emperador. Y para ello necesitaba dinero, mucho dinero. En España pocos querían que lo consiguiera, ya que temían que dejara el país como un asunto secundario, así que Carlos decidió convocar Cortes fuera de la influencia de sus mayores detractores, en una esquina de la Península Ibérica, un lugar donde consiguió el apoyo para su coronación y desde donde partió con su flota en busca de su destino: A Coruña, la ciudad que despidió a un rey que regresó como emperador.

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