En 1407 se creaba el primer banco moderno de la historia, el Banco di San Giorgio, en Génova. En poco tiempo consolidó su poder dirigiendo la economía pública y tomando el control de las colonias. San Giorgio prestó considerables sumas de dinero a gran parte de los gobernantes europeos del siglo XV y XVI, ganando y extendiendo su influencia. Los reyes católicos o Cristóbal Colón tenían cuentas abiertas en él y concedió gran cantidad de créditos a Carlos V, que acabó endeudado durante gran parte de su reinado. En el siglo XVII, el banco se involucró en el comercio marítimo, llegando a competir con las dos multinacionales más todopoderosas de su tiempo: la Compañía Holandesa y la Compañía Inglesa de las Indias Orientales. Tras la invasión de Italia por Napoleón, este suprimió los bancos independientes, lo que llevó al cierre del banco en el año 1805, una entidad que siempre estuvo presidida por hombres. Tendríamos que avanzar hasta el siglo XX para poder ver a la primera mujer de Europa en presidir oficialmente un banco europeo. Ocurrió en Galicia, y fue una coruñesa la que lo consiguió. Una mujer a la que todo el mundo quería: justa, amable, cariñosa, trabajadora y muy humana. Una mujer que donó toda su fortuna a su fundación para ayudar a los demás. Una mujer que ostentó el poder de una de las mayores instituciones financieras de España, el Banco Pastor: Carmela Arias, la Condesa de Fenosa.
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