El 29 de marzo de 1549 una expedición formada por 1.000 hombres y varias naos, llegaba a Bahía de Todos los Santos, en Brasil, bajo el mando de Tomé de Sousa. El 7 de enero de aquel mismo año, este político y militar portugués había sido designado por el rey de Portugal como primer gobernador general de Brasil. Su misión era fundar, poblar y administrar una ciudad-fortaleza que sería la primera ciudad y la primera capital de esta colonia: la ciudad de Salvador. En este precioso enclave se fueron levantando edificios como la residencia del gobernador, el Ayuntamiento, la Iglesia o el Colegio de los Jesuitas, pero todo aquel proyecto no habría sido posible sin la ayuda de un gallego que allí se encontraron a su llegada. Un coruñés que no solo les sirvió de intérprete con los indígenas, sino que les ayudó a fundar aquella capital. Un hombre que recibió el título de “Fidalgo de la Casa Real de Juan III” por los servicios prestados a la corona portuguesa, a quien el rey de Francia quiso retener a su servicio, que se casó con una princesa indígena y cuyas aventuras fueron inmortalizadas en un épico y legendario poema: Diego Álvarez Correa “Caramurú”.
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